120 DÍAS SIN CHOCOLATE

Tengo una única adicción, el chocolate. No pasa un día sin que me tome mi dosis de chocolate. Chocolate negro, con leche, blanco, con almendras…Me gustan todos.

comiendo chocolate

Desde pequeña, siempre he preferido el sabor dulce al salado. De ahí que mis padres me pusieron la etiqueta de “dulcera”. Ellos guardaban los dulces en los estantes más altos de la cocina para que les durara más de un día la compra. Era una situación graciosa. Pero es importante aclarar que los dulces sin chocolate, no me apasionan, por ello me considero “chocolatera” y no dulcera.

Mi debilidad es tal que, lo primero que miro en la carta de cualquier restaurante son los postres. Mientras voy disfrutando de la cena, en mi cabeza hay una difícil y dura decisión que meditar: ¿qué voy a devorar en la sobremesa? Esa cuestión, me la hago una media de 200 veces. Normalmente, vuelvo al bar para degustar los demás postres con chocolate que descarté.

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Un día, durante una horrible y larga tarde de estudio en la biblioteca antes de un examen se me ocurrió que debería hacer un propósito si aprobaba. Cualquier cosa me evade de la cruda realidad horas antes de mi catástrofe. Así que me auto reté a estar 120 días sin chocolate, convencida de que no podría.

Al contárselo a mis amigas ninguna confiaba en que fuera aguantar. ¡Gracias por los ánimos, chicas! Pensé. Pero esa desconfianza me armó de valor y me lo propuse aún más si cabe.

Bioquímicamente, el amor es igual que comer grandes cantidades de chocolate

John Milton

En estos largos y duros días que he pasado sin mi adicción sentí que perdía la ilusión por alimentarme, ya que eliminé de golpe las onzas de chocolate que me zampaba al terminar de comer.

Algunos días me pasaban cosas raras. Pasaba cerca de una pastelería y desde el escaparate una palmera de chocolate me guiñó un ojo. Cuando la vi, sentí lo mismo que cuando ves a una top model en la televisión. Te sale una envidia del cuerpo por ser tan inalcanzable. Tan prohibida que, en vez de verla con deseo la ves con asco. Pues, eso me pasó con la palmera. Me daba grima hasta sólo con olerla tras los cristales.

Me ocurrió también con las chocolatinas en varias supermercados, con los donuts (de chocolate… ¡claro!), las tartas…y todo lo que tenía cacao.

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Cada día que pasaba sin chocolate, menos me aguantaba. El carácter me cambió bastante. Andaba irascible, sin fuerzas para aguantar con todo el día. Llegaba a casa exhausta, soñando con qué me iba a comer cuando acabara el estúpido reto.

Cuando iba por la calle y veía a alguien disfrutando de un trozo de chocolate mi mirada cambiaba totalmente. Observaba al postre, deseosa de hincarle el diente. He de confesar que alguna que otra vez, se cambiaron de acera al percatarse de mi profunda inspección al bizcocho.

La fuerza es la capacidad de romper una barra de chocolate en cuatro pedazos con las manos y comer solo una de esas piezas

Judith Viorst 

Por las noches, las pesadillas me invadían. Soñaba que me comía sin querer los cereales con chocolate. Tras mucho meditar…Llegué a una conclusión: los delirios eran una llamada “perdida” del subconsciente para que rompiese el propósito. Mi cerebro lo necesitaba pero fui fuerte y continué.

El jueves me levanté nerviosa. Temblando. De hecho, me he despertado media hora antes porque ya no me podía dormir. Lo primero que he hecho ha sido salir por el Cola Cao (que como bien dice su eslogan, es el desayuno de los campeones y yo… ¡era una super campeona!) cual zombi en las películas.

Al tomarme mi vaso con cacao he notado que las pulsaciones me aumentaban y mi mal humor se iba desvaneciendo. Hasta la depresión que parece que me mantenía atontada se me quitó de un plumazo.

Mientras el transcurso de mi alocada peripecia, varias amistades quisieron copiarme el desafío pero fue en vano. Algunas lo dejaron a la semana u otras cayeron en la tentación (y lo peor es que… ¡intentaron escondérmelo!) pero yo tengo la satisfacción de poder decir que el jueves acabé mis 120 días sin chocolate.

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En este tiempo he aprendido que hay muchas más cosas con chocolate de lo que nos pensamos, que somos tan fuertes como nos propongamos y, que todo se puede sustituir por algo (un buen helado de dulce de leche le quita las penas a cualquiera).

Los verdaderos amigos no te van a dejar caer en la tentación, porque saben lo que significa para ti. Todo el que se enfrenta al difícil propósito de mantener la motivación cuando desea alcanzar sus objetivos, pero sólo algunos lo consiguen. Y…nada sienta tan bien como conseguir algo que te propusiste y que te ha causado un gran sacrificio.

Después de todo esto, sólo añadir que por mucho que haya estado más de tres meses sin chocolate sigo pensando que es una maravilla. Ya que sin él, no podríamos hacer frente a las películas románticas, ni superaríamos las penas tan rápido y, lo más importante…los días de nuestro período se harían eternos y andaríamos de muy mal genio.

Lo que ves delante de ti, amigo mío, es el resultado de toda una vida de chocolate

Katharine Hepburn

Por eso, ahora mismo pienso pegarle un bocado a la tableta que tengo aquí al lado…Y prometo que no se me ocurrirá más la absurda idea de abandonar el chocolate. Así que… ¡A tope con el chocolate!

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                        Fdo. Hablando Balleno

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