LAS MUJERES BONITAS TAMBIÉN SON UNAS COBARDES

19 de febrero de 2016, a las 8 p.m.

¡Qué dolor de cabeza tengo! No puedo parar de pensar en Adrián…Me encantaría que por una vez fuese atrevido y dejase de esconderse tras las típicas excusas que me tienen un poco hastiada: que si no tiene tiempo, que si está agobiado con su futuro…

Siempre das más de lo que recibes, Valeria. Y eso te hace mejor persona, pero también una persona frágil porque siempre acabas herida, no ceso de repetirme. La suerte no ha estado nunca de tu lado porque siempre buscas algo que no existe en todas las personas y es… bondad. Tu das dosis de optimismo, intentas que la gente se olvide de sus pesares y recibes ingentes cantidades de tristeza, pero con Adrián… Adrián me da una de cal y otra de arena. No lo comprendo, pero algo en mi corazón me dice que él es diferente. Sólo necesita que le demuestren que todas las personas no somos iguales, que yo no soy igual a aquella que compartió un tiempo de su vida… ¡Ains, qué complicada situación!

Resoplo y corro a sintonizar la radio para dejar de darle vueltas al tema, pongo mi cadena favorita y… suena esa canción que tanto me gusta en la radio Chasing cars y que me recuerda tanto a ti… Estábamos en el coche camino a la playa cuando la escuchaste conmigo por primera vez. Me puse tan pesada que decidiste llevarme a coger conchas para mi colección o, eso te hice creer a ti… Porque yo solo quería estar contigo, ver tu sonrisa y escucharte cuando se te olvidan los problemas. Canté como si no existiese un mañana, y por eso al día siguiente estaba sin voz, pero mereció la pena. Tú también tatareabas y yo… y yo no podía parar de repetirme ¡qué suerte tienes Valeria, qué buena suerte tienes…!

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Desde el primer momento que lo conocí sentí que era único, por eso compartí secretos con él. De hecho, noté cómo el verbo fiarse de alguien pasó a ser rápidamente a ser confiar en ti. Es cierto, que andaba cansada de mi vida tan monótona, de mis miedos más profundos, de mis sueños, de mis debilidades… Pero tú también me hiciste ser un baúl de tus pesares, de tus ilusiones, de tus alegrías, de tus logros y de esas debilidades que te traen por la calle de la amargura… Y a mí me encanta escucharte, pero…te vuelves a veces tan melodramático, que me dan ganas de chocarte y decirte, confía en ti, eres gigante y conseguirás todo lo que te propongas, pero antes debes de quererte un poquito más y dejar de lado el pasado…Y poner punto y final, Adrián.

¡Para de darle vueltas al coco, Valeria! Es tontería seguir así… No sé si él siente lo mismo, pero… ¿Y si lo siente, pero de otro modo? ¿Y si no lo siente y hago la tonta y pierdo su amistad? ¿Y si no me atrevo y pierdo el tren? ¿Y si no vuelves a mirarme con esos ojos cálidos? ¿Aguantaré sin tus tonterías que me sacan de mis casillas?

Me tumbé en la cama, y recordé tu sonrisa. ¿Lo llamo o no lo llamo? ¿Mejor un mensaje? ¿Y si le mando un correo mejor? ¿Un poco frío, no Valeria? ¡Deja la cobardía de una puñetera vez! gritó mi conciencia. Me acerqué al teléfono, busqué en la agenda tu nombre y le di a la tecla llamada y en ese momento escuché un golpe atronador. Colgué bruscamente, encendí la luz de mi habitación y me acerqué a la ventana corriendo. ¿Qué había pasado?

La vida es eso que pasa mientras te cuento

que cuento los días que pasan

para que tú también los cuentes

y me lo cuentes.

M. Carrillo

Vi una silueta de un hombre que se metía rápidamente en el coche. ¿Quién era? Ese coche azul me sonaba. Y en ese instante, escuché la voz de mi padre ¡Me han roto la ventana de la habitación! Repetía a voces por toda la casa. ¿Pero la gente en qué está pensando para tirar piedras a los cristales de las ventanas? Recitaba cabreado sin ton ni son.

Iba a bajar al salón cuando escuché un pitido de un coche, me volví a asomar a la ventana y no vi nada al final de la avenida. Ya se habrá ido, pensé. Me volví a tumbar en la cama y cogí el teléfono para hacer lo que debería haber hecho hace mucho tiempo. Esperé tres tonos y al cuarto me lo cogiste, sorprendido o asustado. ¡Qué sé yo…!

Me respondiste con un ¿Valeria, eres tú? Claro, quién sino te iba a llamar con mi móvil, contesté para bajar la tensión. Noté tu sonrisa como si estuvieras a dos milímetros de mí. Necesito hablar contigo, Adrián. Yo también, Valeria. Baja, te estoy esperando en la acera de enfrente. Necesito decirte algo porque si no me lamentaré el resto de mis días…Te sonorá típico, pero yo también… Necesitamos dejar a un lado ser tú tan tú y yo tan yo…

Fdo. Hablando Balleno.

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