HOMBRE COBARDE NO CONQUISTA A UNA MUJER BONITA

19 de febrero de 2016, a las 8 p.m.

Aquí estoy frente a tu casa. Aterrorizado. No sé si golpear la puerta con los nudillos, utilizar el timbre, tirarte una piedrecita a tu ventana al estilo de las películas moñas o… simplemente salir escopeteado a mi casa y esconderme bajo la cama. ¡Qué se yo…! ¡Qué complicada situación! Pero, me paro y pienso… ¿Y si sí? ¿Y si no?

¡Adrián, deja de ser el cobarde que siempre has sido!, me repetía constantemente. Jamás has tenido buena suerte en el amor, no te has cruzado con quien te hiciera bien. Es hora de que eso cambie, que dejes el miedo aparcado en ese baúl roñoso que tienes en el que reprimes tus sentimientos.

De repente, suena esa canción que tanto te gusta en la radio Chasing cars. Es el destino, pienso. Aún recuerdo la primera vez que la escuchaste conmigo, íbamos camino a aquella playa porque querías aumentar tu colección de conchas. Subiste el volumen y te pusiste a cantarlo como si no existiera un mañana. Desde ese momento me encandilaste, Valeria…

Bien es cierto que cada vez que compartías un secreto conmigo mis sentimientos hacia ti iban creciendo. Notaba como ambos tejíamos una confianza el uno con el otro muy fuerte. Me contaste que estabas cansada de esta monotonía, de tus miedos más profundos, de tus sueños, de tus debilidades… Me demostraste que existen personas maravillosas las cuales destruyen las estúpidas generalizaciones “todas mujeres o todos los hombres son iguales” a las que estamos acostumbrados a decir cuando terminamos hastiados de una relación tóxica.

Valeria, Valeria…. ¡Qué me has dado! Estoy tremendamente confundido. ¿Y si no sientes lo mismo? ¿Y si lo sientes y no soy capaz de atreverme y pierdo este tren? ¿Y si no vuelves a mirarme con esa mirada tan perfecta? ¿Aguantaré sin que me sonrías con esos labios rojos?

Me agaché, cogí una piedrecita que había cerca del arcén. Le di un sinfín de vueltas como si quisiera que el guijarro me contestase a todas esas preguntas. Pero se me cruzaron los cables, lancé el pedrusco con gran fuerza hacia tu ventana con tan mala suerte que se desvió y pegó en la que estaba justo al lado. ¡Maldita sea! exclamé.

La luz de su habitación se había encendido. ¿Era Valeria? Me ha pillado, seguro que me ha visto. ¡Eres imbécil! Esto es una actitud de quinceañeros, me autoreproché. Rápidamente, me metí en el coche. Cerré la puerta sin parar de echar sacos y culebras por la boca. ¡Había roto la ventana del padre de Valeria! ¡Qué bien empiezas si quieres ser el novio de Valeria! ¡Eres un cobarde, Adrián! Repetía sin cesar.

Aceleré y… ¡no puede ser! ¡un coche en dirección contraria! ¡lo que me faltaba! Derrapé y pude esquivarlo. No veo el momento de llegar a mi casa, y sentarme en pensar lo cobarde que he sido otra vez. Nunca había conocido a alguien que me hiciera sentir tan vivo… ¡Pero qué demonios haces, Adrián…! ¡Vuelve a casa de Valeria y cuéntale qué te pasa! Venga, giro hacia la izquierda en este cruce y se lo digo…porque, sino no me lamentaré el resto de mis días. Tú tan tú y yo tan yo…

Fdo. Hablando Balleno.

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